¿La decoración se ha 'comido' a la carta en los restaurantes de moda?

Nadie puede negar que somos parte de un boom de la gastronomía que ha logrado maravillas, como abrirnos las puertas a las cocinas del mundo con precios más que asequibles o hacernos más conscientes de lo que comemos. De la moda de los denominados foodies hartándose de licores artesanos y desayunos simétricos, hemos pasado a la del kilómetro 0 desayunando con leche recién ordeñada y pan artesano o incluso a jugarnos la vida con kombucha y kimchi en cantidades industriales.
Es así como se ha dado paso a una nueva necesidad: la de diferenciarse del resto de propuestas gastronómicas a través de la decoración y el concepto del restaurante. Es así como se ha creado una nueva burbuja en la que un restaurante vende más por su capacidad de satisfacer las necesidades de postureo del cliente que por la calidad de lo que ponen en el plato. Pero, ¿está convirtiéndose en un factor más importante la decoración de un restaurante que lo que sirve en la mesa? Parece ser que sí. 

El inicio del romance 
No es la primera vez que España ve la necesidad de recurrir a la decoración o arquitectura de un establecimiento como principal reclamo para que las masas se desvivan por catarlo, aun así, antes esta fórmula estaba ligada directamente al lujo. Ejemplo número uno, la incursión de Philippe Starck con Ramses, situado en la Plaza de la Independencia madrileña o el Hotel de Frank Gehry para Marqués de Riscal en La Rioja. Y es que España siempre ha ido a la cola de Europa en lo que
a diseño se refiere, pero es ahora cuando la gente ha empezado a educar su interés y sabiduría hacia el mundo del arte, la arquitectura o el interiorismo.

"Por una barra alta, estaba dejando de ingresar unos 56.000 €/año”

Y si no que se lo digan a la recurridísima silla Eames. “Démonos cuenta de que ahora la gente empieza a comprar más piezas de decoración para casa o a rescatar muebles y a darles un nuevo uso. En el área de la restauración pasa lo mismo y hay una intención en la que el público es cada vez más exigente y ya no le basta solo con comer bien. A veces también busca hacerlo en un local llamativo”, cuenta Juan Luis Medina, creador del estudio Madrid in Love, responsable del interiorismo de restaurantes como El ImparcialMisturaDray Martina o Maricastaña.
“En Madrid por ejemplo, la tendencia es que, sin siquiera ver la carta, ya eres capaz de pedir una ensalada de quinoa, un pulpo a la brasa o unas croquetas, todos los restaurantes apuestan por lo mismo y hay una clara burbuja hostelera. Es por ello que los empresarios buscan conceptos diferentes para desmarcarse de los demás. Como interioristas nuestro deber es hacer atractivo el concepto, que a la gente le apetezca entrar y la experiencia se lleve más allá del mero acto de comer”, continúa Medina.
Aun así, confirma que aunque un interiorista puede alcanzar la gloria con su concepto, la responsabilidad de llevarlo a buen puerto reside, al final, en el hostelero. “Nosotros hacemos atractivos los conceptos para que a la gente le apetezca entrar pero si el hostelero se descuida, ya no hay nada que podamos hacer para que encamine de nuevo un proyecto que estaba destinado a funcionar”. Aunque poco sabe él de fracasos... las colas que se hacen cada verano fuera de la heladería Mistura lo confirman. O las de medio día cada sábado para comer en Dray Martina… así como la reciente apertura de Maricastaña en Formentera.
Si es bonito...¿Es caro? 
Si le preguntas al interiorista Iván Cotado, quien ha empezado a trabajar en el proyecto de interiorismo de Koh Lanta (A Coruña), ganador del Premio Incitus 2015, te responderá que simplemente la cosa no va así (aunque muchas veces se piense lo contrario). Según él, tenemos esta sensación gracias a un estigma que se arrastra desde tiempos pasados en los que ciertos arquitectos diseñaban para cultivar su desmesurado ego curricular, más que para buscar soluciones y contribuir a alcanzar ciertos objetivos. “El buen interiorismo no es caro, el malo sí. Por otro lado, si el producto es malo, el interiorismo no te salvará. Si el producto es bueno, el interiorismo tiene la llave del éxito”. Y tiene razón, porque una mala decisión puede hacer que salga perdiendo tanto el cliente como el propio hostelero.
Si por ejemplo vas a un restaurante en el que el interiorismo deja mucho que desear pero se come de maravilla, es más que probable que no vuelvas. O si lo haces, que no lo hagas junto a tu cuñado que viene de visita el fin de semana. En el caso del restaurador, una mala decisión como la de poner una pieza dentro de su restaurante en el lugar incorrecto, puede costarle mucho dinero. “Hace poco, a raíz de una visita a un restaurante, hicimos un estudio en el que cuantificamos la influencia de una decisión errónea. El resultado: dicho restaurante, debido a un (simple) error de diseño en una barra alta, estaba dejando de ingresar unos 56.000 €/año”. Ahí es nada.
Interiorismo + gastronomía = Éxito asegurado 

Tiraban abajo todo el restaurante cada cierto tiempo para empezar de cero con una nueva decoración. Ahí residía su éxito

Si nos ponemos en el caso del restaurante The Table By dentro del hotel Urso en Madrid, llevado a cabo por el equipo de Better (y el cuál cerró sus puertas a principios de año después de haber alojado a restaurantes de la talla de Acánthum, La Salita o Abastos 2.0), tanto gastronomía como diseño se necesitaban entre ellos para poder llamar la atención del público. Cada mes cambiaba el concepto culinario dentro de un mismo local y por ello, era todo un misterio qué dirección iba a llevar el interiorismo. No solo cambiaban la carta, al chef y la propuesta gastronómica, sino que tiraban abajo todo el restaurante cada cierto tiempo para empezar de cero con una nueva decoración. Ahí residía su éxito: el cliente iba cada mes a probar los platos y a ver sobre qué nuevo concepto giraba su diseño.
Otro nombre que ahora mismo está en boca de todos y que es una auténtica prueba de que al contrario de locales como Habanera o Perrachica, buena gastronomía y buen interiorismo pueden convivir es el restaurante Amazónico. “Lázaro Rosa-Violán es un gran interiorista y de los españoles con más repercusión internacional. Lo que ha logrado con Amazónico (C/ Jorge Juan, 20) es una sensación que te envuelve y que se fusiona a la perfección con la propuesta gastronómica de Sandro Silva, su dueño. El local es impresionante, ves las cocinas y el producto a tu paso hacia la sala pero luego te cobra una piña asada por 60€. Lo curioso de todo es que la pagas encantado porque te ves envuelto en un restaurante del que sales feliz y contento y por el que has pagado una experiencia que no tienes en ningún otro sitio. Este restaurante probablemente gane más dinero que cualquier estrella Michelin”, concluye Medina.

Ejemplo de Silla Eames.
Ejemplo de Silla Eames.
Lo siguiente
¿Y cuál es el siguiente paso? ¿A dónde irá a parar la ecuación entre belleza decorativa y comida? Según el creador de Madrid in Love parece ser que la mina de oro se encuentra en explotar la noche para que el hostelero no solo sea el que te ofrezca una cena sino que también te tiente a quedarte tomando copas hasta las seis de la mañana.
¿Será este el fin del pub, de la oscuridad, de los antros y de los garitos con vaso de tubo? Habrá que esperar para descubrirlo…

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